Alexandra McCormick
Alexandra McCormick
Alexandra McCormick
Alexandra McCormick
La naturaleza tiene un tiempo que bien parece guardar las proporciones de su paisaje, reconoce y hace suyo no el conteo habitual de la humanidad –que por demás también contiene–, sino el del discurrir orgánico. Son tiempos de vida, que dilatados se presentan unas veces, y algunas otras parecieran evaporarse inmediatamente; son tiempos que se nos escapan si no estamos prestos a detenernos y seguirlos, a volvernos parte de ellos. Alexandra McCormick, en su trabajo, da ávida cuenta de esa relación generosa que tiene con los posibles lugares del ver y del acontecer, en cada uno de sus proyectos sigue el curso del horizonte y recorriéndolo como quien se reconoce, entiende su posición de testigo y posesor, así de paradójico, así de potente. Nada se posee porque es imposible hacerlo, mas todo está ahí, justo ante nuestros ojos y en el conjunto de huellas que quedaron de esos intentos de sentirnos dueños.
Son sus piezas poderosos dispositivos de memoria y variaciones de un mismo deseo y preocupación, aquella necesidad de registrar el mundo y sus usos, pues no sólo se permite emocionarse con el paisaje amplio que ve, sino que entiende cómo este mismo, gracias a los giros de la vida humana, se ha vuelto un papeleo de posesiones y agenciamientos. Se sirve de la luz como materia y metáfora en sus fotografías, dibujos y objetos de intercambio; evidencia el valor poético de una pérdida bien sea mueble o inmueble al renombrar objetos y al instalar en el espacio, con lo que se modifican nuestras percepciones, y nos hace por fin entender que no hay nada inconcluso, sino que la vida natural posee esa capacidad gestante –así como su obra– que no coincide con el humano punto final.
.amz.