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Vestigiun Tectona Grandis

  Milena Arango

En sus Confesiones Jean-Jacques Rousseau afirmaba con convicción que existía un especie de alianza entre “la madre naturaleza” y el cuerpo humano. Pero para llegar a esta afirmación el ya viejo “ciudadano de Ginebra”, tuvo que rodar falda abajo cuando le salió sorpresivamente un perro a morderlo, en los alrededores de París, en Ménilmontant, mientras paseaba plácidamente, con un libro de botánica en sus manos tratando de leer eso que solo saben leer quienes tienen una sensibilidad a la Natura Naturante como diría Spinoza. Esa caída lo dejó inconsciente por varias horas y al despertarse en casa de unos campesinos que lo habían auxiliado, el filósofo cobró consciencia de su adolorido cuerpo y supo en ese mismo momento que era tan solo cuerpo y que la naturaleza creaba un vínculo somático estrecho.

Por supuesto, el diálogo entre naturaleza y cuerpo es evidente o debería serlo, tal como lo plantea Milena Arangoen su exposición Vestigium Tectona Grandis, título que hace referencia directa a ese árbol de magnifica madera, que crece en zonas tropicales. Las hojas de este árbol sirven de punto de partida para configurar una serie de imágenes que dejan huella mediante una coloración especial propia de la descomposición de las hojas. Esta hojas dejan un vestigio imborrable que parece recomponer una cartografía corporal, donde la naturaleza es ese nuevo territorio somático.

En efecto, varias de sus obras parecen una piel en constante cambio. Piel que solo cobra vida, cuando la artista recoge con la paciencia de un botánico, cientos de hojas que luego sería el material de esas imágenes que surgen como sellos naturales. Esa piel se extiende en la pared de la sala a manera de mosaico, reposa sobre una mesa de centro y en forma de libros, donde la palabra emerge como a manera de diario de esos recorridos realizados por Milena en varios lugares. También se extiende por la sala a manera de una gran tela de sesenta metros que con firmeza dibuja una línea dejando ver una historia, un recorrido para terminar de manera orgánica sobre el suelo, completamente arrugada. Esta especie de metamorfosis la vemos también en otra pieza donde un pedazo de metal, genera una extraña figura con la tela que ha sido oxidada. A esta piezas se suman, unos “jardines colgantes” realizados con hojas y ramas secas, aludiendo al problema de la contaminación. Finalmente cuadros pintados con una técnica que la artista perfeccionó en su retiro espiritual de varios meses en la India, generan un diálogo entre lo orgánico y lo artificial dando consistencia formal y conceptual a la obra que parece retomar esas aventuras botánicas de los viajeros de antaño.

Vestigium Tectona Grandis,  es el primer solo show de Milena Arango después de varios años de investigación sobre la frágil relación entre arte y naturaleza, sobre todo donde ahora está de moda, peligrosamente de moda reduciendo todo a poner maticas por aquí y por allá. Por fortuna este no es el caso de la artista quien ha demostrado un dominio técnico muy difícil al momento de exponer ideas complejas como las que hemos evocado aquí. Y como diría el Barón rampante Cosme, no hay mejor compañía que un buen árbol y mejor aún si  proyecta una sombra agradable. Bueno que me perdone Ítalo Calvino, ahora dudo que haya sido su personaje quien dijo esto, quizá he sido yo quién se ha inventado semejante cosa.

 

 

 

Ricardo Arcos-Palma

A la sombra de un buen árbol, agosto del 2016

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